Una de las promesas más grandiosas del evangelio, es la transformación que tiene el hombre; aquel ciego, desnudo, depravado, y sin esperanza viene a ser totalmente transformado por el poder del evangelio como lo dice Ezequiel 36:26 “Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros…”, esto es lo que el Señor nos da a cada cristiano que viene al arrepentimiento y nace de nuevo un corazón nuevo. Pero, en Genesis 6:5 dice: “Y el Señor vio que era mucha la maldad de los hombres en la tierra, y que toda intención de los pensamientos de su corazón era solo hacer siempre el mal”. Este texto nos dice que la inclinación del hombre naturalmente será siempre inclinada al mal.
También dice Mateo 6:21 porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón. Este texto no quiere llevar a la conciencia que todo aquello que representa lo más preciado para el hombre allí estará su corazón. Mateo 15:19 “Porque del corazón provienen malos pensamientos, homicidios, adulterios, fornicaciones, robos, falsos testimonios y calumnias”. Una vez más la palabra de Dios nos dice de donde procede el pecado en el hombre, de su corazón.
Pero, debemos tener cuidado en dar una mala interpretación pues estos textos describen al hombre sin Cristo, a aquel que no ha sido regenerado; ya que a usted y a mí se nos ha dado un corazón nuevo, un espíritu que antes estaba muerto hoy está vivo gracias al Espíritu Santo que nos dio vida, y esto no es por nuestra capacidad sino por los méritos de Jesucristo. Aun así, el pecado todavía está vivo en nuestros cuerpos mortales, pero hemos sido capacitados por Dios a negarnos a nosotros mismos, a odiar lo que Él odia o sea el pecado, a no gloriarnos en lo malo como antes, y revestirnos del nuevo hombre cada vez que transgredimos Su santidad, o sea venimos a la cruz humillándonos y reconociendo mi pecado siempre por su perdón. Creo que existen personas que argumentan que tal cosa es imposible, pero la misma palabra de Dios dice: “…quitaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne.”. En lugar de un corazón malo, frío, duro, insensible sin conciencia de Dios, nos da un corazón puro, blando, vivo, con una conciencia renovada, y sensible para las cosas de Dios y así buscar perdón siempre que pecamos, humillándonos y reconociendo que sin El nada somos.
Pastor Asociado a cargo del Departamento de Comunicaciones