Filipenses 2:12-16: Así que, amados míos, tal como siempre han obedecido, no solo en mi presencia, sino ahora mucho más en mi ausencia, ocúpense en su salvación con temor y temblor. 13 Porque Dios es quien obra en ustedes tanto el querer como el hacer, para Su buena intención. 14 Hagan todas las cosas sin murmuraciones ni discusiones, 15 para que sean irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin tacha en medio de una generación torcida y perversa, en medio de la cual ustedes resplandecen como luminares en el mundo, 16 sosteniendo firmemente la palabra de vida, a fin de que yo tenga motivo para gloriarme en el día de Cristo, ya que no habré corrido en vano ni habré trabajado en vano.
En Filipenses 2:12-16 se nos exhorta a servir de cuatro formas:
A) Con obediencia conscientes de la obra de Dios en su vida.
Así como Jesucristo fue obediente, nosotros en Él podemos servir con obediencia. Sabiendo que Dios está obrando en nosotros, que Dios está produciendo en nosotros un deseo cada vez más grande de ser sus siervos, que Dios cumplirá su propósito en nosotros. ¿Estás sirviendo con obediencia a Dios? ¿Estás sirviendo a Dios con asombro y reverencia?
B) Sin murmuraciones ni quejas.
¿Sueles quejarte y murmurar cuando sirves? ¿Sueles compararte con los demás? ¿O lo haces con gozo?
C) En integridad, pureza y santidad.
¿Estás sirviendo consagrado a Dios? ¿Estás sirviendo consciente que debes reflejar el carácter de Cristo? ¿Estás sirviendo consciente que antes de HACER debes SER? ¿O te estás sirviendo solo porque los demás lo hacen sin importarte como representas a Dios?
D) Aferrados a la Palabra de Dios.
¿Estás sirviendo sostenido por la Palabra de Dios? ¿Estás sirviendo con una mentalidad bíblica? ¿O sirves sin saber por qué, ni para quién lo haces?
El resultado de que sirvas así es que representarás a Cristo en este mundo de tinieblas de tal manera que brilles como las estrellas en la noche no por lo que haces, sino por quién eres: un siervo de Dios.