Si decimos amar a Dios entonces Él es nuestra prioridad, nuestro descanso, nuestra alegría, nuestro sustento, nuestra paz y no nos avergonzamos de Él. Si amamos a Dios hay una característica en nosotros que nos diferencia de los incrédulos, y es que amamos la verdad y no la mentira. Como vemos en Juan 14:6 “Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí”.
La verdad no es un concepto, sino es una persona a quien debemos de obedecer. Si usted dice amar a Dios, entonces usted ama y obedece a la verdad, camina en la verdad, habla verdad, no teme enfrentarse a la verdad, pues ama a Dios y testifica de esa verdad a los demás.
Como amador de la verdad que es una persona entonces les predicará a su familia, amigos, compañeros de trabajo, y les testificará a cerca de esa persona inigualable que le salvó y que ahora usted ama, esta persona es Jesucristo. Así como nos dice Lucas 5:19 “Mas Jesús no se lo permitió, sino que le dijo: Vete a tu casa, a los tuyos, y cuéntales cuán grandes cosas el Señor ha hecho contigo, y cómo ha tenido misericordia de ti”.
También si dice amar a Dios entonces usted ama a su hermano en la fe, ya sea que este hermano sea su esposa(o), sus hijos, sus padres, la iglesia, etc. Así como nos habla en 1 Juan 4:20 “Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?” Es por eso que debemos detenernos un rato en nuestro camino y reflexionar qué tanto amamos a Dios.
Pastor Asociado a cargo del Departamento de Comunicaciones