Quizás el pecado más destructivo para nuestras relaciones es el orgullo. Por este mismo no somos capaces de reconocer nuestras faltas o no queremos dar nuestro brazo a torcer, pero todo corazón orgulloso o altivo terminará siendo quebrantado, como dice Proverbios 18:12 Antes de la destrucción el corazón del hombre es altivo, pero a la gloria precede la humildad.
El orgullo suele engañarnos haciéndonos creer que nos estamos defendiendo y a la vez evitando que otros abusen, dañen o traten de atacarnos, muchos se escudan diciendo "hay que darse a respetar" y por eso son orgullosos, sin embargo actuar constantemente con orgullo solo traerá dolor y es contrario a lo que la palabra de Dios nos ordena tal como nos dice 1 Pedro 5:6 Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que Él os exalte a su debido tiempo.
Todos los que hemos creído en Jesús como Salvador debemos estar dispuestos a renunciar a nuestro orgullo con el propósito de glorificar a Dios, debemos venir una y otra vez a la palabra para ser capaces de discernir y ver el pecado de orgullo y arrogancia como Dios lo ve.
Jesús mostró humildad durante todo su ministerio, Él siendo perfecto y sin pecado, se humilló hasta la muerte en la cruz para así darnos salvación. Debemos ser imitadores de Jesús humillándonos todo el tiempo delante de Dios, de ésta manera nos daremos cuenta de que cada vez mostramos menos orgullo y somos más dóciles a su voz.
En nuestra lucha contra el pecado de orgullo debemos confiar que Dios por medio de su Espíritu nos da lo necesario, así que no es por nuestras fuerzas o determinación sino porque Dios nos capacita.
En nuestras relaciones en lugar de mostrar orgullo debemos buscar mostrar gracia, porque Dios nos muestra gracia todo el tiempo a pesar de nuestra torpeza, así como nos dice Santiago 4:6 Pero Él da mayor gracia. Por eso dice: Dios resiste a los soberbios, pero da gracia a los humildes.
Pastor Asociado a cargo del Ministerio de Alabanza