Así como tenemos un arma infalible para mortificar el pecado, también tenemos una identidad inamovible para esta tarea. De esto habla Pablo en Romanos 8:14-16: “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, los tales son hijos de Dios. 15 Pues ustedes no han recibido un espíritu de esclavitud para volver otra vez al temor, sino que han recibido un espíritu de adopción como hijos, por el cual clamamos: «¡Abba, Padre!». 16 El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios.”
Este pasaje nos enseña que en nuestra lucha contra el pecado necesitamos recordar cada día y estar consciente de nuestra identidad para que firmes en ella vivamos conforme a lo que ya somos, HIJOS de Dios.
¿Cuántos se pregunta si en verdad han sido adoptados como Hijos de Dios? ¿cuántos dudan de haber sido salvados y declarados hijos de Dios? el Espíritu Santo da un triple testimonio de que se es un hijo de Dios en la vida de los que verdaderamente lo son:
1. El Espíritu Santo nos guía.
¿Hacia qué nos guía el Espíritu Santo? nos guía a Cristo, a crecer en el conocimiento de Él por medio de la Biblia. A desear vivir para Él, a obedecer a Cristo y estar dispuestos a pagar el precio por ser sus discípulos.
2. El Espíritu Santo nos ha librado de la esclavitud para ser adoptados como hijos.
- En el mundo Romano del primer siglo d.C., un hijo adoptivo era un hijo elegido deliberadamente por su padre adoptivo para perpetuar su nombre y heredar sus bienes. Bajo la adopción romana, la vida y la posición del hijo adoptado cambiaban completamente. El hijo adoptivo perdía todos los derechos de su antigua familia y ganaba todos los nuevos derechos de su nueva familia.
- Es importante señalar que todos los seres humanos sin Cristo, TODOS están sujetos al temor, siendo uno de ellos el temor a morir, por eso nadie quiere morir. El pecado trae esa esclavitud, pues por sus pecados no quieren enfrentar el juicio que en su conciencia saben que enfrentarán.
- Pues el Espíritu Santo nos libra de ese temor de acercarnos a Dios, como de la muerte en sí misma. En vida podemos clamar como Jesús “Abba Padre” a Dios, porque ahora que somos adoptados gozamos de los mismos derechos de un hijo natural, por tanto, una confirmación de que somos hijos de Dios es la seguridad que sentimos cada día de hablar con Dios como Padre y verlo como Padre nuestro.
- El Espíritu de Adopción que nos da la confianza de ir a Dios cada día y buscarlo como nuestro Padre, y así mismo el no tener temor en la muerte pues confiamos en la vida eterna prometida por nuestro Padre.
3. El Espíritu Santo nos testifica que somos hijos.
- ¿Cuántos alguna vez han dudado de ser hijos de Dios? Pues Dios nos ha dado al Espíritu Santo también para que nos de la seguridad de ser hijos de Dios. Ante los engaños del pecado que nos quiere hacer dudar de nuestra identidad… el Espíritu Santo da testimonio en nuestra mente, conciencia, espíritu de que somos hijos, que no estamos condenados y por tanto vivimos para Él, por Él y en Él.
Por la obra de Cristo no solamente somos justificados y libres de la condenación, sino también adoptados como hijos en quiénes opera el poder del Espíritu Santo para hacer morir las obras de la carne.
En la lucha de vida o muerte contra el pecado, podemos matar el pecado por medio del Espíritu Santo porque somos hijos de Dios.