Colosenses 3:5-9b: Por tanto, considerad los miembros de vuestro cuerpo terrenal como muertos a la fornicación, la impureza, las pasiones, los malos deseos y la avaricia, que es idolatría. 6 Pues la ira de Dios vendrá sobre los hijos de desobediencia por causa de estas cosas, 7 en las cuales vosotros también anduvisteis en otro tiempo cuando vivíais en ellas. 8 Pero ahora desechad también vosotros todas estas cosas: ira, enojo, malicia, maledicencia, lenguaje soez de vuestra boca. 9 No mintáis los unos a los otros…
En este pasaje Pablo expone cómo el pecado actúa en cada área de nuestra vida:
a) En la vida privada: “fornicación, la impureza, las pasiones, los malos deseos y la avaricia, que es idolatría.” (Colosenses 3:5).
b) En la vida pública diaria: “ira, enojo, malicia, insultos, lenguaje ofensivo de su boca.” (Colosenses 3:8).
c) En la vida de iglesia: “No mintáis los unos a los otros” (Colosenses 3:9).
Vemos que en este pasaje se exponen ejemplos de pecados de diferentes áreas de nuestra vida. Y para poder mortificar el pecado, para poder hacer que este pierda fuerza en nuestra vida, debemos aprender a identificar el pecado.
Pero una de las cosas que debes de tener en cuenta al identificar tu pecado es que NO HAY PECADO PEQUEÑO. Ni tampoco tu pecado como esposo o padre es más pequeño que el pecado de tu esposa o hijos y viceversa. Quizás algunos puedan ser más evidentes que otros, pero todo pecado por pequeño que parezca jamás será inofensivo, no debemos ignorarlo sino identificarlo y tenerlo en la mira para hacerlo morir.
El problema es que para algunas familias hacer algo al respecto con su pecado es ignorarlo, para otras es procurar hacer más cosas buenas y ser más responsables en su servicio y ofrendas como para procurar sentirse mejor, también están las que buscan solucionar sus pecados con soluciones del mundo ya sea con terapia o con prácticas místicas como meditación, confesión positiva, programación neuro-lingüística, etc. Los Colosenses querían escapar de su pecado con cosas parecidas: legalismo y misticismo, pero Pablo les dijo que no sirven de nada: “Tales cosas tienen a la verdad, la apariencia de sabiduría en una religión humana, en la humillación de sí mismo y en el trato severo del cuerpo, pero carecen de valor alguno contra los apetitos de la carne.” (Colosenses 2:23)
Entonces, ¿qué podemos hacer? ¿Cómo combatir el pecado y hacerlo morir? Solo puedes hacerlo al despojarse y vestirse de la nueva creación que ya son en Cristo. Por eso dice Colosenses 3:9b-11: “…puesto que habéis desechado al viejo hombre con sus malos hábitos, 10 y os habéis vestido del nuevo hombre, el cual se va renovando hacia un verdadero conocimiento, conforme a la imagen de aquel que lo creó; 11 una renovación en la cual no hay distinción entre griego y judío, circunciso e incircunciso, bárbaro, escita, esclavo o libre, sino que Cristo es todo, y en todos.”
Es por la unión que tenemos en Cristo, por esa intimidad que tenemos con Él que hemos sido redimidos y hechos nueva creación. Es por eso que podemos despojarnos del viejo hombre, el cual es según Adán y su caída, y vestirse del nuevo hombre el cual es creado a la imagen del que lo creó. Cristo. Así en esta renovación (nueva creación) todos en el pueblo de Dios (judíos, gentiles, esclavos, libres) son uno en Cristo.
Pablo dice que ya nos hemos quitado el “viejo hombre”, y nos hemos vestido del “nuevo hombre” (3:9-10). Es decir que ya no somos nuestro “viejo yo”. Por eso debes desechar la ropa del viejo hombre y vestirte del nuevo.
Pero este cambio de ropa no puede hacerse con el esfuerzo propio, ni por procurar imitar la conducta de Cristo. Esto fue hecho para el pecador que cree por la muerte y la resurrección de Cristo. Por la muerte y resurrección de Cristo hemos recibido una nueva identidad, estamos en Él, somos nueva creación. Y por eso, con una nueva cosmovisión, podemos hacer morir el pecado en nosotros despojándonos del mismo para estar vestidos de Cristo y unidos a Él para vivir de forma que agrade a Dios.
Solo pueden vivir como familias cristianas cuando conscientes de su identidad en Cristo hacen morir el pecado en sus vidas y se renuevan diariamente a la imagen de Cristo.