En nuestros días muchas familias que se denominan a sí mismas cristianas están esforzándose para ser buenas familias, familias felices. Algunas ven el cristianismo como un amuleto para ser una buena familia, que nada malo les pase, tener cierta reputación moral en la sociedad solo cumpliendo legalista y religiosamente ciertos preceptos. Pero al mismo tiempo piensan que para ser una familia feliz deben de hacer lo que la cultura enseña que hace una familia feliz. Olvidándose, en ambos casos, de la suficiencia y preeminencia de Cristo.
En el capítulo 2 de Colosenses Pablo advierte a la iglesia porque estaban en peligro de ser engañados por filosofías que eran una combinación de paganismo y judaísmo que enseñaban que por ciertos rituales los colosenses debían de vivir una vida ética y espiritualmente superior. Es por eso que en al iniciar el capítulo Pablo enseña a la iglesia que la posición e identidad en Cristo de ellos es suficiente para vivir de una forma que glorifique a Dios. Y para hacerlo comienza diciendo que es la resurrección la que imparte nueva vida a los creyentes, dándoles una nueva identidad y a su vez es la base de la ética cristiana. Leamos Colosenses 3:1-4: “Si habéis, pues, resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. 2 Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. 3 Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. 4 Cuando Cristo, nuestra vida, sea manifestado, entonces vosotros también seréis manifestados con Él en gloria.”
Pablo ya había escrito que el cristiano está unido a Cristo en su muerte en (Colosenses 2:20), pero ahora enfatiza que el creyente también está unido a Cristo en su resurrección y ascensión. Esto implica que hemos recibido una nueva vida que es gobernada por Cristo, quien está sentado en Su trono. Y porque hemos recibido una nueva vida en Cristo debemos de tener una nueva forma de pensar, nueva perspectiva, nuevos afectos y nuevos valores. Esta nueva mentalidad está definida por el cielo y Cristo.
Hermanos deben cada día ser conscientes de su nueva identidad, deben descansar en ella, pensar a través de ella, y actuar según ella. Deben recordar cada día que por Su obra, muerte y resurrección ahora ESTÁN EN CRISTO, unidos a Él. Recuerda que tu vida está escondida en Cristo, es decir que tú estás inseparablemente en Cristo, estás unido a Él. Recuerda que tu identidad y la de tu familia dependen de Cristo no de lo que la cultura diga, no de las modas, no de tu religiosidad. Esto debe darte confianza, seguridad y esperanza porque desde tu nuevo nacimiento estás unido a Él, cuando el vuelva seguirás unido a Él y por toda la eternidad estarás unido a Cristo. ¡No olvides esto, recuérdalo siempre!
Muchas familias viven con amnesia espiritual, olvidando su nueva, verdadera y real identidad. Olvidan que han sido salvos por la muerte y resurrección de Cristo y por lo tanto están unidos a Él. Y eso los hace buscar su identidad, relaciones, funciones y roles fuera de Cristo, de Su evangelio y de Su Palabra.
Pero aquellas familias Cristinas que son conscientes de que han resucitado con Cristo y que están unidos a Él se distinguen por tener una cosmovisión celestial que es relevante para el presente y les da esperanza para el futuro. Una cosmovisión que hace que a pesar de lo que la cultura les ofrezca se mantienen firmes en Cristo porque saben que son de Él y están unidos a Él. Una cosmovisión que hace que, aunque la cultura les ofrezca placeres, saben que son mayores los placeres de haber resucitado con Cristo, ser de Él y estar unidos a Él. Que, aunque la cultura les ofrezca riquezas, saben que son más grandes las riquezas que hay al estar unidos a Cristo y ser de Él. Que aunque los ofrezca prestigio saben que es mayor la gloria de ser cristiano, resucitado con Cristo y que estando unido a Él experimentarán una gloria mayor cuando Él sea manifestado en Su segunda venida.
Solo pueden vivir como familia cristiana cuando conscientes de su identidad en Cristo hacen morir el pecado en sus vidas y se renuevan diariamente a la imagen de Cristo.