Jeremías 32:40 Haré con ellos un pacto eterno, por el que no me apartaré de ellos, para hacerles bien, e infundiré mi temor en sus corazones para que no se aparten de mí. 41 Me regocijaré en ellos haciéndoles bien, y ciertamente los plantaré en esta tierra, con todo mi corazón y con toda mi alma.
Todo ser humano busca sentirse feliz, encontrarse en algún momento en el cual no deba preocuparse por absolutamente nada, por esta razón se entrega de lleno a muchas cosas creyendo que lo logrará, pero debe reflexionar si todo aquello a lo que le dedica tanto esfuerzo y tiempo trae realmente la recompensa que busca, de manera que no tenga que volver al inicio de este proceso de búsqueda. La respuesta a esta pregunta es no, ya que esto solo puede ser posible en Cristo.
El problema esencial es que el mundo nos enseña que el enfoque debe estar centrado en el hombre, convenciéndonos que es de importancia cumplir metas, sueños, crecimiento emocional, laboral, familia etc. Sin embargo, debemos saber que fuimos creados por Dios para que buscar su gloria en todo momento. Esta gran verdad, contrastada con lo que nos enseña esta porción de Jeremías (que nos dice que Dios busca a sus hijos para hacerles el bien y que se regocijará en hacerlo), nos está guiando por implicaciones a que no vivamos preocupados y ansiosos por nuestro bien ¿Qué razón tiene luchar por satisfacer nuestras necesidades si Dios mismo se encarga de ellas? y con esto no decimos que Dios es nuestro sirviente y que existe para nosotros, sino que Él, quien es nuestro creador, sabe perfectamente lo único que puede saciar nuestras vidas ¡Confiemos en Dios quien se goza en hacer el bien a sus hijos!
Pastor Asociado a cargo del Ministerio de Alabanza