Romanos 6:12-14: Por tanto, no reine el pecado en su cuerpo mortal para que ustedes no obedezcan a sus lujurias; 13 ni presenten los miembros de su cuerpo al pecado como instrumentos de iniquidad, sino preséntense ustedes mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y sus miembros a Dios como instrumentos de justicia. 14 Porque el pecado no tendrá dominio sobre ustedes, pues no están bajo la ley sino bajo la gracia.
Cristo murió y resucitó, nos dio salvación y libertad. Esa es la gracia de Dios. Esta gracia no sólo perdona, sino que también limpia. La gracia destrona al pecado. En el poder de Su gracia se nos da una mayor responsabilidad personal y también la capacidad para hacer tres cosas:
a) Para que no reine el pecado en nuestro cuerpo mortal. (v.12)
El pecado ha sido quitado del trono de manera que ya no nos gobierna, pero con engaños y artimañas tratará de volver a reinar en la vida del creyente tal como lo hacía antes de su nuevo nacimiento. Pero como hijos de Dios no debemos permitir que el pecado reine en nuestra vida porque ya no tiene derecho a reinar ni tiene el poder para hacerlo, a no ser que el creyente elija obedecer sus deseos.
b) Para no presentar nuestros cuerpos como instrumentos de iniquidad sino como instrumentos de justicia. (v.13)
La palabra “presentar”, es poner al servicio. Por lo tanto, nuestra voluntad NO debe ser poner al servicio del pecado los miembros de nuestro cuerpo, para que sean instrumentos al servicio de la iniquidad.
- Ya no presentes tus miembros para la fornicación, preséntense delante de Dios para glorificarlo en la espera en Él, agradando a Dios con todo lo que haces y lo que ves.
- Ya no presentes tus miembros para la mentira, preséntense delante de Dios para glorificarlo en hablar siempre la verdad en amor.
- Ya no presentes tus miembros para el chisme y la murmuración, preséntense delante de Dios para glorificarlo buscando hablar las palabras que sean de edificación a otros.
- Ya no presentes tus miembros para vicios o las adicciones, preséntate delante de Dios para glorificarlo sometiéndote a Su voluntad, rindiéndote a Él, reconociendo que ya eres libre en Cristo y así conducirse lleno del Espíritu Santo.
c) Para que se manifieste que no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia. (v.14)
El hijo de Dios ya n está bajo la condenación de la ley de Dios, sino que ahora está bajo el poder redentor de la gracia de Dios. La ley, aunque es santa, justa y buena no puede liberarnos del pecado, la gracia de Dios en Cristo Jesús ya lo ha hecho. Y porque estamos bajo el poder de Su gracia podemos mortificar el pecado.
Ya no debemos obedecer al pecado, ni nuestros cuerpos son instrumentos para pecar. Sino que delante de Dios estamos vivos y nuestros cuerpos son instrumentos para hacer lo recto. Todo por el poder y la motivación de la gracia de Dios.