Hace unos años dando clases a unos niños, les preguntaba qué deseaban ser cuando fueran grandes; muchos empezaron a opinar y escuché el motivo del porqué de su elección. Fue muy interesante y gracioso a la vez. Pero hubo un niño que dijo una profesión muy diferente a las demás y que llamó mi atención, él dijo: “yo quiero ser pastor”, le pregunte por qué, y su respuesta fue “es que suena muy bonito el nombre pastor”.
Para algunos el anhelo de servir al Señor es estando atrás de un púlpito “llenando estadios”, como algunos pseudoevangelistas hacen hoy en nuestro tiempo. Servir en una iglesia, dentro de un ministerio como orar por otros, ser diácono, cantar o tocar un instrumento en la alabanza, etc., con el propósito errado y anhelar tener y creer que un título como “pastor” da valor e identidad y pensar o desear tener privilegios que otros no tienen ante una congregación; todo esto es tener un concepto errado de servir a Dios.
A todos los creyentes en Cristo se nos ha dado el Espíritu Santo para que podamos adorar y servir a Dios como Él desea y espera que lo hagamos, no deseando pleitesía ni las cosas que mencioné anteriormente, sino como nos dice Juan 4:24 Dios es espíritu; y los que adoran, deben adorar en espíritu y verdad. Lo hacemos mediante esa divina persona y no por medio de ritos religiosos. No le servimos obedeciendo mandamientos de hombres, anhelos y metas personales, pues esto haría que nuestros labios honraran a Dios, mientras nuestro corazón estaría lejos de Él (Isaías 29:13). Nuestro Señor Jesucristo confrontó a los fariseos, llamándoles “hipócritas”, pues todo lo que hacían era para ser vistos de los hombres. El servicio de estos era para su propia gloria y no para Dios.
El apóstol Juan y Pedro el pescador, aquel que deseaba notoriedad sobre sus hermanos delante de Jesús, en la sanidad del cojo que se mantenía en la puerta del templo, nos da al inicio de su discurso una clara exhortación sobre este tema Hechos 3:12 “Al ver esto Pedro, dijo al pueblo: Varones israelitas, ¿por qué os maravilláis de esto, o por qué nos miráis así, como si por nuestro propio poder o piedad le hubiéramos hecho andar?”
Este es Pedro ahora no quería ser visto ni quería adoración de nadie, a pesar que la gente estaba maravillada de ellos, sino que su propósito era que adoraran al Señor; esto lo encontramos en su respuesta en los vrs. 13-16 “El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, al que vosotros entregasteis y repudiasteis en presencia de Pilato, cuando este había resuelto ponerle en libertad. 14 Mas vosotros repudiasteis al Santo y Justo, y pedisteis que se os concediera un asesino, 15 y disteis muerte al Autor de la vida, al que Dios resucitó de entre los muertos, de lo cual nosotros somos testigos. 16 Y por la fe en su nombre, es el nombre de Jesús lo que ha fortalecido a este hombre a quien veis y conocéis; y la fe que viene por medio de Él, le ha dado esta perfecta sanidad en presencia de todos vosotros”.
¿Con qué propósitos realmente servimos a Dios? No dudo que muchos lo hacen y anhelan hacerlo con el propósito correcto, pero debemos siempre cuidarnos de no pensar que nuestro servicio a Dios es para nuestra gloria, metas, y deseos ocultos, sino para su gloria, y que Cristo sea visto, exaltado y honrado y no nosotros.
Pastor Asociado a cargo del Departamento de Comunicaciones