En los tiempos de Noé se multiplicó la maldad y violencia en el mundo, por tanto, Dios trajo un juicio sobre la humanidad por medio del diluvio. (Gen.6:12-13) Dios escogió a Noé, mostró su gracia y misericordia estableciendo un pacto con Él (Gen.6:18) por medio del cual preservaría la vida (en un sentido natural) tal como nos relata la Biblia: “Y de todo lo que vive, de toda carne, dos de cada especie meterás en el arca, para que tengan vida contigo;” (Gen. 6:19). Lo hizo previendo un medio de salvación: el arca.
Esto no solo es un acontecimiento histórico, sino además importante para nosotros hoy, porque nos hace ver que la salvación siempre ha sido de nuestro Dios (Apoc. 7:10), y podemos ver cómo esta historia es una sombra y anuncio de la salvación eterna y perfecta que Dios ha provisto para nosotros en Jesucristo.
Hoy en día se ha multiplicado la violencia y maldad en los hombres, Dios hará un juicio, pero Él ha unido misericordia y gracia. Dios provee para nuestra salvación ya no por medio de un arca sino por medio de la vida y obra de su hijo Jesucristo. Dios ha hecho un nuevo y mejor pacto que el de Noé, el nuevo pacto en Cristo. (Mat. 26:28)
En los tiempos de Noé lo que se necesitaba para salvarse era creer en el mensaje dado por Dios y entrar en el arca (medio de salvación) a través de la única puerta en el arca. Hoy en día al escuchar el mensaje de Dios en el evangelio, recibimos el don de la fe para creer el mensaje de Dios y es necesario para salvarnos entrar al medio de salvación, la cual como en el arca es una sola puerta y esa puerta es Jesucristo. Jesús nos enseñó “Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo;” (Juan 10:9).
Debemos glorificar a Dios por su gracia y misericordia manifestada en que, a pesar de ser pecadores y malvados, Él entregó a su Hijo para proveernos de salvación. Nuestra reacción debe ser la misma que Noé tuvo al momento de bajar del arca: “Y edificó Noé un altar a Jehová, y tomó de todo animal limpio y de toda ave limpia, y ofreció holocausto en el altar” (Gen.8:20) Si somos receptores de la gracia y misericordia de Dios debemos vivir en adoración y nuestro mayor propósito debe ser glorificar a Dios en nuestras vidas.