En el evangelio de Mateo Jesús estableció el carácter de su iglesia, lo definió con dos palabras: sal y luz. Esta declaración no es un mandamiento o una promesa, es un estado de lo que los cristianos verdaderos ya somos, “Vosotros sois la sal de la tierra… 14 Vosotros sois la luz del mundo” (Mateo 5:13-16). Sal para un mundo corrupto, luz para un mundo envuelto en tinieblas.
Dentro del contexto histórico en el que Jesús enseñó a través de esta analogía, entre las muchas funciones y características de la sal a las que pudo referirse (preservar, conservar, purificar, dar sabor), hay una que es la más vital de todas y es que la sal provoca sed para evitar la deshidratación; por eso entendemos que como iglesia debemos provocar que, por medio de la predicación del evangelio, los sedientos vengan a Jesús.
En el caso de la luz, es una palabra usada en la Biblia para referirse a: Jesús como la luz del mundo, también se nos dice que Dios es luz, y que la Palabra es lumbrera en nuestro camino, ¿por qué entonces llamar luz a la iglesia? Porque si bien es cierto la exposición de las escrituras disipa las tinieblas de las huecas sutilezas y vanas filosofías, es nuestro testimonio de vida como creyentes lo que afirma la eficacia de la Palabra, ¿No has notado que los incrédulos te leen más que la Biblia? “Vosotros sois la luz del mundo… 16 así alumbre vuestra luz delante de los hombres, de forma que vean vuestras buenas obras” (Mateo 5:14:16). Somos luz cuando vivimos lo que predicamos, a eso se refiere la Biblia al hablar de “buenas obras”: el sentido de la palabra buena se refiere a la hermosura de lo que hacemos, al carácter, la santidad y pureza de nuestro caminar diario.
Somos la sal y la luz de este mundo, por tanto, si perdemos el sabor el mundo sufrirá aún más, y si la luz que hay en nosotros la ponemos debajo del almud, entonces la oscuridad será la luz de los hombres. La pregunta que debemos hacernos como iglesia es ¿somos sal y luz? Si somos sal ¿dónde está nuestro sabor? y si somos luz ¿por qué este mundo está cada vez más en tinieblas?
Como iglesia evangélica enfrentamos un enorme reto: ¡Volver a ser evangélicos! volver a vivir y predicar el Evangelio de la gloria, la preeminencia y la soberanía de nuestro Dios Salvador Jesús el Cristo. Ser una iglesia genuinamente evangélica implica dos cosas: Predicar el verdadero evangelio con valentía, enseñarlo, exponerlo claramente, defenderlo con paciencia y doctrina a cualquier costo; y que cada uno de los cristianos viva según el evangelio en el lugar, región, cultura, sociedad, país o posición en donde Dios los coloque.
La iglesia cristiana no está para sustituir gobiernos o establecer sistemas económicos; la iglesia no existe para transformar sociedades, sino para transformar corazones, porque lo que logra una transformación social, económica y política es la vida justa, santa, integra, sabia e inteligente de los cristianos dentro de los contextos en donde Dios los coloca. En donde el evangelio es recibido, el Reino de Dios se recibe, y donde se recibe su reino, el reino de las tinieblas se disipa. Dios no nos ha llamado a establecer sociedades morales, sino a predicar el evangelio a las personas; porque las sociedades no se convierten, las personas lo hacen, y si lo hacen, entonces las ciudades donde viven, trabajan y socializan son reformadas por ese evangelio.
Como sal, Dios te ha enviado a tu universidad, tu iglesia, tu matrimonio, tu familia, tu oficina, a influenciar la cultura con el evangelio; y como luz, Dios te ha enviado a permanecer separado del mundo para que todos vean su santidad, pureza, integridad y piedad que viene de la vida de Jesús en nosotros. Pero si en lugar de ser sal no esparcimos la verdad del evangelio y si siendo luz no alumbramos, ha llegado el tiempo de arrepentirnos. Arrepentirnos de ignorar a Jesús, de no vivir para Glorificar a Dios, de abandonar la inerrancia de las Escrituras y la Deidad de Jesús por fábulas filosóficas que rascan la comezón de nuestra ignorancia, de no ser sal y luz en un mundo caído y sediento de la Palabra de Dios.
Como iglesia debemos regresar a la Palabra, a la Biblia, al Evangelio, a Jesús. El que salva no es el evangelio en sí mismo, no es la iglesia, ni los pastores, es Dios, Jesús el Cristo. Jesús es la verdad, es decir que Él es la realidad de todo cuanto existe: Él es nuestro origen, su vida nuestra salvación, su gloria nuestro propósito, su regreso nuestra esperanza y su comunión eterna nuestra meta. Jesús es Dios y Dios salvador ¿Por qué entonces como iglesia no descansamos solamente en su gracia?
Por eso decimos que el gran reto de la iglesia es ser evangélica, volver al evangelio y mantenerse en él; ejercer como sal y luz, lo cual implica arrepentirse y regresar a la Biblia como única fuente de autoridad para la salvación de los escogidos, por medio de la fe en Jesús, para la Gloria de Él.
Artículo tomado del sermón: “¿Cual es el reto de la iglesia Evangélica en El Salvador?” predicado por el Pastor Javier Domínguez el domingo 6 de noviembre de 2016 en la iglesia CIA El Salvador ahora Iglesia Gracia Sobre Gracia.
Pastor General y Fundador de Iglesia Gracia Sobre Gracia; Fundador y Presidente de Fundación Véritas. Inició su vida ministerial en 2000 como pastor de Jóvenes, teniendo en la actualidad 19 años de ministerio pastoral. Está casado desde hace 20 años con Geraldina de Domínguez y es padre de 3 hijos.